17/10/14

La sombra.


La sombra es el lugar en que escondemos aparte aquellas cosas de nosotros mismos que nuestro yo ha rechazado. El almacenamiento de sentimientos en la sombra se inicia a una edad temprana. Tal vez su madre le dijera en alguna ocasión: "¡Silencio! Siempre estás armando ruido", y aprendes de este modo que una parte de tí perturba a los demás. O quizá te dijeran: "Otra vez te has hecho pis. "¡Mal chico!", y sentirte avergonzado por haber perdido el control sobre ti mismo. O: "Estás demasiado gordo para ir a clases de baile", y al ser menor y tener menos aplomo que los mayores te lo crees y la sala de baile se convierte en un lugar peligroso donde exponerte a los ojos del mundo.

A través de la educación familiar y del entorno religioso y social, nos ridiculizan, regañan y reprenden por innumerables transgresiones: por ser demasiado alborotadores, perezosos, egoistas, engreidos o delicados. También aprendemos que algunos comportamientos pueden ser ridiculizados o quedar sin recompensa, de modo que reprimimos nuestro deseos ya sea, escribir poesia, actuar o soñar porque queremos sentirnos integrados, amados. La gente te dice que eres, débil, incoherente, demasiado alto, demasiado gordo o lento y, como es natural, tratamos de defendernos contra el dolor que supondría vernos privados de su afecto. Una de dos, o bien negamos nuestros rasgos inaceptables, o aceptamos los juicios adversos, y los ocultamos en la sombra para no tener que enfrentarnos al dolor.


A la sombra va a parar nuestra codicia, nuestra indignación por la injusticia en el mundo, nuestra soberbia y nuestros prejuicios. En este lugar se almacenan todas las cosas que nunca quisiéramos ser -egoistas, mediocres, estúpidos, libidinosos, violentos, mezquinos, cobardes-.


Alli están las decisiones que hemos tomado sobre nosotros mismos y nuestras capacidades negadas: "No soy creativo", "nunca he servido para las matemáticas", "no valgo para dar pequeñas charlas", "he crecido siguiendo pistas falsas". En ese almacén soterrado de la sombra descansan nuestros talentos sin desarrollar, nuestros apegos infantiles y las raices de nuestras obsesiones.

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